23 de noviembre de 2011

ADM

Hay personas, que son completamente distintas a todas las demás, hay personas que te hacen ser completamente distintas a las demás y con las que congenias, pero es que congenias tanto tanto tanto que llega un momento en que sientes que compartís hasta cerebro. Cuando estas cosas pasan llegas a los dos extremos: uno de ellos es el quererte hasta reventar, abrazarte cada vez que te veo y darte besitos, dedicarte tablones y pasar tardes y tardes hablando, que seas la primera a la que le cuento todo y esas tantísimas cosas. El otro extremo es el cabrearnos por tonterías, el cansarnos de tantas cosas, el dejar de congeniar, el cansarse la una de la otra. Cuando este extremo llega nos pasa siempre lo mismo, estamos un par de semanas (o meses) a nuestra bola, intentando olvidar todo lo pasado juntas (incluso lo bueno) grandes fallos que siempre cometo. Y entonces, en un momento, por alguna razón todo vuelve a encajar y te das cuenta de lo idiota que has sido durante este tiempo y rezas para que nos perdonemos y todo vuelva a ser lo de antes. Y por una extraña razón lo conseguimos y vuelven las tonterías y bla bla bla.
Y aquí volvemos a estar, cara a cara, con una sonrisa en la boca y doscientas mil tonterías en la mente. Sacándonos fotos hasta con pinchos clavados en un dedo, con la música a tope y siendo felices. Pero todo siempre juntas. Y es que hoy me doy cuenta de que cada día te quiero más.

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