Me acostumbré a tenerte a mi lado durante quince días, los mejores de todo el año. Me acostumbré a levantarme y al salir del cuarto verte, no tener que decir nada porque todo está dicho. Me acostumbré a desayunar, comer y cenar a tu lado; a darte mis yogures, a lavarme los dientes mientras nos miramos por el espejo, a los besos de buenas noches, a verte bailar en la guagua, a que te pongas nervioso porque no te cuento todo, a que me abraces y me olvide de todo. Me acostumbré a tus besos y caricias, a que me hagas trenzas en el pelo, a tenerte a mi lado, a que te rías de mí por todo, a que ensanches mis sudaderas, a tus celos. Me acostumbré a caminar con los dedos entrelazados, a tu sonrisa.
Supongo que aunque la espera siempre es larga, merece la pena. Supongo que la verdad es que me encantas, tú y nuestros piques, nuestros cabreos por tuenti, nuestros abrazos, los privados y todas las canciones que me has dedicado, la reconciliación después de la pelea, la sonrisa después de decir tonterías, tu forma de quererme.
Seguramente, lo que falle no es esto sino yo.
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